martes, 17 de noviembre de 2009

Mi confrontación con la docencia

Escribir sobre este tema, me remonta al pasado; desde pequeña quise ser maestra, en mis juegos y sueños la pretensión estuve presente, seguramente por eso hoy, soy maestra. Soy Lic. En Antropología Social, estudié en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán. Al ingresar, mi pretensión era estudiar Historia, pero por el conocimiento que tuve de las asignaturas del tronco común, finalmente me decidí por Antropología Social. Por mi perfil, en el Colegio de Bachilleres de Yucatán, me corresponden las asignaturas del área Histórico-Social: Historia de México I y II, Estructura Socioeconómica de México, Introducción a las Ciencias Sociales, Ética y Valores, Filosofía, Metodología de la Investigación, e Historia Universal Contemporánea, las he impartido en diferentes tiempos en trece años de labor docente.
Aún sin terminar mi carrera profesional, pude comenzar a dar clases, suplía a maestros ¡de todos los grados! Incluso, preescolar, porque me agradaba enseñar; fueron múltiples las ocasiones de asumir este papel aunque fueran por breves tiempos. Formalmente, fue en 1995 cuando comencé a trabajar en el Colegio de Bachilleres del Estado de Quintana Roo, ¡en la escuela donde estudié la preparatoria! Quienes fueron mis maestros, se convirtieron en mis compañeros de trabajo; el momento crucial llegó, fue sensacional cumplir un sueño infantil, pero ahora, la realidad me exigía demostrar mi capacidad y responsabilidad hacia mis alumnos, ya no era un juego, ¡eran seres humanos en mis manos! por lo tanto, mi pensamiento y acción se conjuntaron para lograr mis propósitos.
Hoy, creo firmemente que mi labor es esencial en todos los sentidos, pues lo que hago repercute en mi vida, en la de mis alumnos y en la sociedad misma; siento una gran satisfacción por ser maestra, en especial, porque trabajo con jóvenes adolescentes que están construyendo y formando su personalidad y proyectos de vida; cuando me dicen “gracias”, mis fuerzas aumentan para seguir trabajando, me motivan. Lamentablemente, también tengo motivos de insatisfacción, éstos, cuando reprueban, cuando se desaniman, pero más, cuando desertan; también, porque existen situaciones que no podemos controlar ni resolver, éstos son los que se convierten en la “piedrita dentro del zapato”, algunos de ellos, burocráticos, que nos hacen bajar la guardia, pero también, se convierten en el problema que debe resolverse para continuar el camino trazado como guías de jóvenes que esperan de nosotros lo mejor.
Afortunadamente, son más los motivos de ánimo en el quehacer docente, así que recargo pilas cuando fijo mi atención en mis alumnos, y tomo provecho de mis estudios como antropóloga para un mejor acercamiento al ser humano, a quien busca sentido en la vida, para proporcionarles la ayuda requerida.
Elvira

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